La situación geográfica de la Nueva España (entre el océano Atlántico con entrada por el Golfo de México y el mar Caribe, y el Océano Pacífico) y su situación política con España, privilegiaron el desarrollo del comercio marítimo, de manera que el comercio exterior se llevaba a cabo en Veracruz, con España, y por Acapulco con Filipinas. De esta última salían toneladas de drogas (evidentemente no de las actuales), aromas del Oriente, sedería, porcelanas de China y Japón y otros preciosos artículos de aquellas regiones rumbo a México y regresaba cargado de plata en barras, monedas ya acuñadas, vino, aceite, etcétera, así como de pasajeros, tales como presidiarios condenados a servir en las Filipinas, mientras tanto, de los puertos de Cádiz y Sevilla salían diversas mercancías rumbo al puerto de Veracruz y regresaban a España cargados de frutas, oro y plata, convirtiendo a este puerto como el más importante de la Nueva España.